El alcalde de Bogotá, Andrés Pastrana, recibe de manos
de María Valencia –pequeña niña colombo-austriaca– ,
un ejemplar de los Cuentos Pintados de Rafael Pombo, en
el Pabellón Infantil que lleva el nombre del escritor.
Cámara
Colombiana
del Libro
de películas infantiles, 11 talleres de capacitación para adultos, y la
biblioteca infantil estuvo conformada por 3.000 libros.
En esa apuesta por expandir los alcances del libro fue crucial el
apoyo de la Fundación Rafael Pombo; del grupo de teatro de la
Libélula Dorada, así como de Hilos Mágicos; del Círculo de Periodistas
de Bogotá y Colcultura; las universidades de los Andes, Distrital,
del Cauca, Externado, Pedagógica, Nacional de Colombia; la
Unión Nacional de Escritores y el Convenio Andrés Bello; Centro
Internacional para la Producción de Material Educativo y Científico
para la Prensa (Cimpec); Asociación Nacional de Anunciantes
de Colombia (ANDA) y Caracol Radio. En definitiva, la Feria fluyó
y pasó de ser un experimento con ínfulas de gigante a ganarse el
respeto de la industria en América Latina.
El éxito de la primera edición se repitió. Tanto así que el mensaje
final enviado desde la Cámara fue claro: era hora de abastecer de
papel a la industria editorial para reducir los costos de impresión,
quitar los gravámenes y conseguir la aprobación de una nueva Ley
del Libro que permitiera el florecimiento editorial en el país, además
de pujar por créditos de fomento. La Filbo estaba abriendo el
camino de la lectura. Era hora de crecer como industria.
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En esta imagen aparecen, entre
otros, Jimena Gómez, Directora de
Actividades Culturales de la Feria;
Ignacio Ramírez, el inolvidable
«Cronopio»; Miguel Riera, fundador
de las revistas españolas El Viejo
Topo y Quimera; Jorge Valencia Jaramillo;
el famoso escritor Eduardo
Galeano; y Noé Jitrik, crítico literario
argentino.