
En busca de lectores
“¿En serio piensan hacer una Feria del Libro en un país sin lectores?”.
Esa pregunta y, a la vez ese miedo, rondaron los años que
precedieron a nuestra primera Feria del Libro, en 1988. También
anticiparon su fracaso. El temor estaba justificado: en Colombia
apenas se leía medio libro al año por habitante, según los índices de
lectura en ese entonces.
Pero lo que parecía una crisis y un despropósito a los ojos de muchos
también era una oportunidad. El motor real para poner a
andar la primera Feria Internacional del Libro de Bogotá fue la
posibilidad de cambiar con el paso de los años esos números y de
propiciar un viraje generacional que diera vuelta a esa tendencia y
viera nacer lectores por doquier.
En el camino, logramos cosas maravillosas: convertimos a los libros
en protagonistas; les permitimos a los escritores nacionales hacerse
visibles y entrar en contacto directo y masivo con el público; la nueva
camada de autores colombianos pudo conversar de frente con
sus pares internacionales y entendió pronto que lo nuestro también
es de talla mundial. Gracias a la visibilidad que les permitió la
Feria, hoy recorren el mundo.
También la ciudad se convirtió en un espacio de lectura, con bibliotecas
como templos para el recogimiento y el encuentro con la
imaginación. La Filbo, en apenas tres décadas, pasó a ser el mayor
espectáculo de la lectura y el libro en la ciudad, además del evento
cultural más importante del país. En los últimos seis años el público
asistente se duplicó y por los salones de Corferias transitan premios
Nobel a la par con celebridades mundiales de las letras.
Pero el sueño inicial sigue y seguirá siendo nuestra prioridad.
Cuando la autora Becca Fitzpatrick visitó la Feria en 2014 y provocó
filas masivas de jóvenes en busca de su autógrafo, entendimos que
la apuesta se estaba concretando. Los jóvenes están leyendo, reclaman
su literatura; leen en todos los formatos, exigen mayor calidad
cada vez y nuevas opciones. Si algún gran logro nos atribuimos
es que Colombia comienza a ser un país de lectores. Ha costado
treinta años. Pero los jóvenes corroboran que nuestro esfuerzo ha
merecido la pena.
Enrique González Villa
Presidente Ejecutivo
Cámara Colombiana del Libro