
lados en Corferias se acondicionaron para guardar en su memoria
la información bibliográfica de la Feria para que la gente pudiera
consultarla. Había mucho de fascinación en esas búsquedas: allí
se podía rastrear cada libro ubicado en los estands, al igual que los
horarios de las conferencias y charlas con los escritores, títulos en
otros idiomas e información sobre Alemania.
La Filbo de ese año contó con 14.000 metros cuadrados de exhibición,
en los que se encontraba el 95% de la industria editorial del
país, más la participación extranjera,
al igual que la presencia cada vez más
sólida de las universidades y de las
instituciones culturales.
Como el país vivía una fuerte crisis
económica, una de las más graves del
siglo, la apuesta por las promociones
fue generalizada. El Fondo de Promoción
de la Cultura se hizo presente
con 50.000 ejemplares a precios de feria.
De igual manera, en las Jornadas
Profesionales se reservó un espacio de
encuentro en el que los especialistas
trataron temas de interés común: un
seminario para editores, un seminario
para distribuidores y libreros, así
como los seminarios de alta gerencia, derecho de autor y derechos
conexos.
Aprovechando el evento, la Cámara publicó piezas como el Directorio
de afiliados y la edición especial de su revista Tinta Fresca, y les
dio especial énfasis a los alemanes asistentes.
Así, con 405 expositores y una boleta para adultos a 3.500 pesos,
niños a 1.000 pesos y estudiantes universitarios a 2.000 pesos; con
un nuevo cupo de parqueaderos, que aumentó a 2.450 vehículos y
otro adicional para 500; con la instalación de cajeros automáticos
y teléfonos públicos dentro del recinto; con la apertura de servicios
de taxi puerta a puerta, guías bilingües, agencias de viaje y
empresas de correo, la undécima edición de la Feria Internacional
del Libro fue considerada un éxito por el director de Corferias, Hernando
Restrepo. Por su parte, el presidente de la Cámara, Gonzalo
Arboleda, anunció que ingresaron 248.823 personas a 252 actos, de
las cuales 110.000 fueron estudiantes de colegio. El país seguía en
crisis, pero había fe en continuar creciendo. La Filbo era como la
imprenta de Gutenberg: una apuesta que transformaría a millones
con el paso de los años gracias al poder de las palabras.
En el Pabellón Infantil y Juvenil los libros hacen volar la
imaginación de sus visitantes.
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